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  • Por Editor R

Por Osbaldo Salvador Ang.- Al día siguiente fui a la mezquita de Abdallah. Tiene una cúpula impresionante con sus dos torres a los lados, la cual se ha convertido en un ícono de la ciudad.

Algunos dicen que en su interior caben tres mil personas y en alguna publicación leí que son albergadas hasta siete mil almas.

Fue construída en honor al Rey Abdalá I de Jordania, que nació en La Meca en 1882 y murió en Jerusalén en 1951. Fue el primer Rey de Jordania.

Abd Allah ibn Husayn era descendiente directo de Mahoma, credos del Islam, líder político y religioso. 

La mezquita no tiene mucho tiempo. Fue construída apenas entre 1982 y 1989. 

Rápidamente se convirtió en un símbolo de la ciudad de Amman.

Tiene una cúpula de mosaicos azules que ilumina el ambiente monocromático de los inmuebles, pues todos son de color arena.

La sala de oración es enorme. Tiene una alfombra de color rojo tan mullida que pueden dejar caer las rodillas sin lastimarse.

Los hombres ahí se hincan, luego se doblan y colocan la cabeza sobre el suelo, al tiempo que expresan oraciones. Cinco veces al día hacen esto.

En la calle de ver cómo un hombre se bajó repentinamente de su vehículo, abrió la cajuela de su auto, sacó un tapete y se hincó para orar.

Abajo, en el sótano, hay una casa de artesanías que pareciera haber sido extraída de Las Mil y una Noches.

El taxista que me acompaña hace lo mismo. Ya oscureció y la mezquita adquiere otro tono, más impresionante aún, en medio de la capital de Jordania.

Antes de subir a la mezquita, entramos a la tienda de artesanías. Es igual de impresionante. Una mujer que habla español -dice haberlo estudiado en la Universidad- muestra los fascinantes artículos que se venden.

Tienen platos decorados con luz fosforescente los cuales brillan en la oscuridad. Apaga la luz y toda la pared se ilumina con un verde chillante. 

“Esto no lo hallarás en ninguna otra tienda”, dice orgullosa. Se llama Tamara. 

Vasijas, lámparas, platos, jarrones, huevos de avestruz, espadas, copas, dedales, tazas y un montonal de artesanías son ofrecidas en ese lugar. La mujer me ofrece un té que tiene un sabor inigualable.

También estuve en una exposición de dátiles en un salón de eventos del hotel Intercontinental.

Asistí de gorrión y pude desayunar gratis y tomar café como loco. Todos los granjeros de Jordanía que cultivan el dátil instalaron sus stands en el lugar.

La exposición duró tres días y muchos empresarios, hombre de negocios, acudieron a intercambiar ideas y proyectos.

Por cuatro Dinares podía uno llevarse un kilo de dátiles de primera calidad. Están enriquecidos con minerales comofósforo, zinc, magnesio, calcio, potasio y hierro. 

El google dice además que previenen la osteoporosis.

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