Mi Pódium

Santiago

  • Por Editor R

Por Osbaldo Salvador Ang.- Santiago de la Peña Romo fue un grillote, muy inquieto, formalista y muy detallista en sus relaciones políticas.

Fue el único funcionario ratificado en su puesto, como Director de Pensiones Civiles del Estado, cuando asumió el cargo de Gobernador Interino en 1986 Don Saúl González Herrera.

Ya ocupaba la plaza pero González Herrera cambió a todo su equipo de colaboradores, que habían sido nombrados por Óscar Ornelas, excepto a De la Peña Romo.

Por ese mismo año participó como precandidato a la Presidencia Municipal de Chihuahua, por el PRI, frente a César Franco y Mario de la Torre, este último ungido por el poder y mismo que ocupara el cargo en el trienio 1986-1989.

Muy hábil, muy diplomático, para decir sin decir que ya todo estaba arreglado por el poder en turno, Santiago de la Peña Romo citó en su discurso la alegoría del pájaro vivo o pájaro muerto.

Recordó al viejo sabio que intentaron engañar dos jóvenes al preguntarle qué había en la mano de uno de ellos. Era un pájaro, y luego le preguntarían si ese pájaro estaba vivo o estaba muerto. Si el viejo sabio decía que el ave en la mano del joven estaba vivo, entonces le apretarían hasta matarle y si decía que estaba muerto, abriría la mano para que volara.

En esa tesitura, dirían con gran acierto que el viejo sabio se había equivocado.

Sin embargo, al inquirirle si el pájaro estaba vivo o muerto, el anciano respondió:

-¡Depende de ti! La vida o la muerte de esta ave está en tus manos.

Así se sintió Santiago de la Peña al participar en ese proceso y así resolvió el acertijo político que se le presentaba en ese momento de su trayectoria.

Como Delegado de Infonavit, la tropa de esta dependencia federal no recuerda a algún jefe más querido, apreciado y estimado, por el respeto que mostraba a los demás y el entusiasmo con que desarrollaba su trabajo.

En lo personal, recuerdo que en el funeral de mi padre se presentó en la funeraria a mostrar sus condolencias y, en su calidad de misionero católico, ofrendó 500 misas por el descanso de un alma.

Hoy vale la pena regresar esa gran acción sin duda loable en un personaje que vivió milagros en su propia vida.

Cuando le nombraron Cónsul Honorario de España, invitó a desayunar a quien esto escribe y en pleno restaurante me obsequió una réplica de una medalla que la reina peninsular otorga a los periodistas destacados.

Le miré por última vez en una asamblea nacional del sindicato de Infonavit que se llevó a cabo en el Hotel Sheraton, a donde asistió con oxígeno y medio mundo se acercaba a saludarle.

Fue invitado por el Arquitecto Rafael Riva Palacio Pontón, líder sindical nacional del Infonavit -a quien entre paréntesis me permito felicitar desde espacio- y estuvo por supuesto en primera fila en el magno evento.

Descanse en paz, Santiago de la Peña Romo.

Y lo digo desde aquí, porque éste es mi pódium.

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