El vestido nuevo
- Por Carlos Gallegos
Tus manos encacallecidas
por el mango tosco
del azadón
abren la puerta de tu casa de adobe y sueños
dos flacas nubes nublan tu cielo
de sol y polvo de estrellas
tus pies agrietados
por el agua cuajada
donde andas regando
la parcela de oro
del patrón
tus pies de huarache
han dejado
su huella
imborrable
en la historia de Delicias
pisan con cuidado
el piso de tierra recién barrida y regada
de tu cocina
que es sala
y es cocina
que es sala
donde tu esposa
recibe la visita
de su única vecina
que es dormitorio
donde tu esposa comparte contigo
el catre de colchón
de borra
y resortes que rechinan
al reclamo
de la naturaleza
que despierta
al canto
del gorrión insomne
que canta desde la rama más alta
del mezquite que sombrea el patio
de tu casa
a la madrugada
canta tu gallo
conentido
tu gallo giro
que te hace ganar
y perder
más perder que ganar
según las cuentas
que le ocultas
a tu esposa
y sobre todo
a tu suegra
al canto de
tu gallo
mala suerte
te levantas
a enfrentar el dìa
con la valentía
de los valientes
pobres
más a fuerza que
con ganas
a la espera del
sábado en la tarde
en que tus manos
Invencibles recibirán
el sueldo magro
a la espera del
sábado en la tarde
para ir del brazo
de tu esposa
para ir los dos
del brazo
al Mercado Juárez
con su rede de manta de color
a comprar lo que les alcance
para los ocho días siguientes
Ya vamos hacia allá
a poco de caminar
casi nos atropella
una camionetita
que va muy recio
más adelante se detiene
el chofer
un señor de sombrero negro
al que he visto
con el patrón
se baja
le da cran
y vuelve a arrancar
a poco
se nos pierde de vista
en un recodo
del camino pedregozo
mi señora reconoce a una señora
que ya viene del mercado
con su rede llena
queda de verla más al rato
para que le platique cómo va la radionovela de Chucho el Roto
porque nosotros no tenemos radio para oirla
pesamos por la Plaza Carranza
sin un árbol
donde una muchacha guapa
posa ante el busto del Varón de Cuatro Ciénegas
le damos el golpe
al olor de las flautas
del Tin Tan
vemos a uno de los hermanos Sotelo
echando novia
en la esquina
de su peluquería
ya divisamos el Mercado y su vendimia
ya estamos parados
sobre su banqueta
nueva
le entrego a mi mujer
el fajo de billetes
arrugados de la raya semanal
para la compra del mandado
los sones de una canción borracha de José Alfredo
el grito de un borracho enamorado
me llegan
desde el Centro Algodonero
me invitan
volteo triste hacia allá
como pensando
"quién estuviera allá"
mi esposa sorprende mi mirada y me adivina el pensamiento
con mirada resignada
subrepticiamente
me desliza en la bolsa del pantalòn un montoncito de dos billetes arrugados
y dos tostones nuevecitos
me despide
con un adiós desganado
como diciendo
" adiós al vestido nuevo que he visto colgado
aquí adentro
en el puesto de Lidia Sánchez
dentro de ocho días lo he de comprar"
musita lo último con voz
incierta
plagada de cierta
recurrente desconfianza
yo ya camino hacia
la música y el vino sonando los tostones y contando al tacto
el valor de los billetes
al vislumbre del sol menguante
alcanzo a ver a mujer
que me mira con gesto muhino
la reprendo con un grito que le provoca
una sonrisa
màs a fuerza que con ganas
"mujer de poca fe
dioquiz vas a misa
te va a castigar Dios" le grito entre burlón y arrepentido
arriesgàndome a que al dìa siguiente no me quiera curar la cruda
y peor
que platique
a mi suegra
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