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AYER Y HOY DE SOBERANÍA Y NARCOPODER EN MÉXICO

  • Por lujardo
AYER Y HOY DE SOBERANÍA Y NARCOPODER EN MÉXICO

Por Ricardo Luján

Parece que en cuatro décadas las relaciones entre el narco y el poder en México no han cambiado gran cosa.

Actualmente Estados Unidos se prepara para ubicar y atacar con drones objetivos del crimen organizado en nuestro país, ante el aparente reclamo de la presidenta Sheinbaum en defensa de “nuestra soberanía”.

Hace 40 años el presidente Miguel de la Madrid recibía al embajador estadunidense para hablar de un tema que poco interesaba al mexicano: el narcotráfico. Jhon Gavin le solicitó ayuda para localizar a uno de sus agentes antinarcóticos, cuya esposa había denunciado su desaparición el 9 de febrero de 1985 en Guadalajara.

Una treintena de oficiales de la DEA, agentes federales mexicanos y policías de Guadalajara buscaron durante todo el mes de febrero al estadounidense Enrique Camarena y al piloto y exmilitar mexicano Alfredo Zavala.

Las acciones tenían lugar casi tres meses después de que el ejército mexicano incautara un rancho del capo Rafael Caro Quintero en colonia Búfalo, municipio de Allende, Chihuahua, donde laboraban unos 10 mil jornaleros en el cultivo, procesamiento y empaque de mariguana calidad exportación.

La venganza de Caro Quintero contra el soplón por la pérdida de más de 30 mil toneladas de “colitas de borrego” fue terrible: durante dos días Camarena  fue torturado cuidando sus verdugos de que no muriera para mayor sufrimiento de la víctima. El capo de capos nunca le perdonaría la traición pues durante mucho tiempo se ganó su confianza y le permitió conocer las entrañas del cartel de Guadalajara.

Los cadáveres de Camarena y Salazar fueron encontrados el 5 de marzo, luego de tres semanas de búsqueda, y en los meses siguientes de aquel 1985 se desató en México el más grande operativo de investigación para capturar a los victimarios del primer agente asesinado en la historia de la DEA.

La llamada Operación Leyenda permitiría la captura de los principales capos del narcotráfico en Jalisco: Rafael Caro Quintero, Rubén Zuno Arce, Miguel Félix Gallardo, Manuel Salcido El Cochiloco (el original), Mario Verdugo y Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, de los cuales Camarena logró ganarse su confianza y obtener información.

Todos, excepto uno -Zuno Arce, cuñado del expresidente Echeverría-, serían arrestados, culpados del asesinato de Camarena y sentenciados a largas condenas por tribunales mexicanos, pero no extraditados a los Estados Unidos. Precisamente ayer, Caro Quintero obtuvo nuevo amparo de una juez federal para no ser extraditado.

En aquel tiempo también estuvo de moda el tema de los secuestros transfronterizos que tanta preocupación ha causado en el gobierno federal, recientemente fue el caso de Ismael Zambada preso en Nueva York, y hace 40 años fue el doctor Humberto Álvarez Machain, acusado de prolongar la vida de Camarena para ser interrogado cuando fue sometido a la tortura, quien fue trasladado por agentes norteamericanos de Guadalajara a  Los Ángeles, California, sin mediar un proceso legal de detención y extradición, lo que provocó la protesta diplomática de las autoridades mexicanas por violación del Tratado de Extradición de 4 de mayo de 1978.

Hoy sucede lo mismo que a mediados de los ochenta con el caso Camarena, que puso en la agenda nacional el problema del tráfico de drogas, su inmenso poder económico y sus vínculos con importantes funcionarios y personajes encumbrados. 

Ahora mismo el presidente “Dronald” Trump acusa al gobierno  mexicano de complicidad con el narco. Hace 40 años el caso Búfalo puso al descubierto que Caro Quintero contaba protección de todas las corporaciones policiacas y hasta del ejército, incluyendo al entonces secretario de la Defensa Nacional.

Hoy como ayer, para tratar de desviar la atención, la prensa chayotera y la televisión oficial producen programas dedicados a “desagraviar” al gobierno mexicano resaltando que, si bien México era el trampolín de las drogas, los Estados Unidos eran la alberca. 

Al extinguirse el cártel de Guadalajara de Caro Quintero, Juan José Esparragoza Moreno, alias El Azul, convocó a una junta de capos para acordar la repartición del mercado mexicano de las drogas. De ahí surgirán cuatro grandes cárteles: Tijuana, a cargo de los hermanos Arellano Félix y Jesús Chuy Labra; Sinaloa, dirigido por Joaquín El Chapo Guzmán Loera, Ismael Zambada -de bajísimo perfil- y Héctor Luis “el Güero” Palma; del Golfo, controlado por Juan García Ábrego, y el de Juárez, liderado por Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos.

Y hoy en pleno 2025 y ante lo que se espera sea la gran embestida de Estados Unidos contra el crimen organizado, solo esperamos ver el reacomodo de los narcos, ahora considerados grupos terroristas, luego de la eventual desaparición del Cartel de Sinaloa bajo el mando de los Chapitos, en guerra fratricida contra los herederos del Mayo Zambada.

El golpe viene porque viene, ya lo dijo Marco Rubio, secretario de Estado norteamericano, y lo refrendó el asesor de la Casa Blanca Mike Waltz: “Los cárteles están sobre aviso” y amenazó -como hace 40 años lo hizo el jefe de la DEA-  con “abrir las puertas del infierno” contra ellos para garantizar la seguridad de la frontera.

Ya veremos quienes son los nuevos reyes de la droga en México, aunque como siempre, nunca sabremos quienes son los capos que mueven el negocio en Estados Unidos, eterno paraíso para proveedores y consumidores de drogas.