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Obrador del mal

  • Por lujardo
Obrador del mal

Por Ricardo Luján H.

Dicen que hay muchos diablos parecidos, pero quien sí parece chamuco es el inquilino de Palacio Nacional. Es público y notorio el parecido entre ambos personajes, empezando por su misión: mentir, robar y traicionar.

Desde la encanijada que le provocó Felipe Calderón en 2006, con su triunfo “haiga sido como haiga sido”, López Obrador mostró su filiación satánica cuando pronunció la frase “¡Al diablo con las instituciones!”. 

Hoy, a dieciocho años de distancia, y luego de su sexenio infernal, el sátrapa cumplió con la palabra y ya mandó al demonio el futuro de México.

Al igual que el maligno, la misión de AMLO es seducir con mentiras y hacer la guerra a quienes guardan los mandamientos de Dios, tentar a los humanos para corromperlos.

El trabajo de López, obrador del mal, está hecho.

Mandó al diablo instituciones democráticas fundadas con sangre sudor y llanto por los ciudadanos, como el INE, el Tribunal Electoral, el INAI…corrompió con sobornos o mediante  intimidaciones a casi toda la prensa, a  la cámara de diputados, al Senado, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y desapareciendo a una veintena de organismos descentralizados al servicio del ciudadano.

Para cumplir impunemente con su misión de saquear al país, envió al averno a la Constitución, la división de poderes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Poder Judicial.

Destruyó diabólicamente el servicio de salud, cerró el Seguro Popular “por corrupción”, pero creó el Insabi para fregarse el presupuesto y luego de quebrarlo endilgó al IMSS a su derechohabiencia.

En la peor de las maldades, dejó sin medicamentos a niños con cáncer, desencadenando la muerte de más de 5 mil infantes, y mintió sobre la ficticia falta de medicamentos, arrancando a satanás una sonrisa burlona de aprobación, cuyo odio a los niños es proverbial, pues fue por medio de un niño, el Niño Dios, como el Creador comenzó la salvación de todos los hombres.

Aquel anatema se tradujo en deplorable realidad, pues en seis años ha mandado al diablo a organismos nacionales y extranjeros, cuando no se plegan a sus planes populistas, lo contradicen o critican sus acciones.

Mandó al diablo a la transparencia del gasto público con los grotescos “decretazos” para que no se conozcan las millonadas que se gastan en “obras emblemáticas” que son el vehículo para saquear las arcas nacionales, robar a placer y hasta enviar fabulosas cantidades de dinero a Cuba, Venezuela y demás gobiernos populistas.

Remitió al infierno la seguridad al compartir el mando por un lado con el crimen organizado y por el otro con las fuerzas militares, para establecer una cómplice política de “abrazos y no balazos”, en un inmoral intercambio de componendas y sobornos fabulosos, que cerrará el sexenio con casi 200 mil muertos y 120 mil desaparecidos, aunque el gobierno en su eterno afán de presentar otros datos desapareció el 20 por ciento.

La traición es cosa común entre el siniestro 

inquilino del Palacio y Luzbel, quien traicionó a Dios, se rebeló y mandó al diablo a las instituciones celestiales. 

Andrés adora la traición y la domina a la perfección.

Traicionó al electorado ofreciendo una patria más libre para dejarnos una nación maniatada en su democracia y libertades. Promueve la traición al comprar descaradamente a los opositores y cooptar a los legisladores, que lo representan a él y no al pueblo.

Como vil anticristo, López no multiplicó los panes ni convirtió el agua en vino, sino triplicó la miseria y convirtió el agua en botín de grupúsculos que amparados por la Conagua vacían las presas estatales.

Su sexenio lo consagró al demonio con las 808 mil 619 muertes durante la pandemia, 300 mil de ellas que pudieron haberse evitado con una atención eficiente, no digamos de Dinamarca sino al nivel más o menos de Uruguay, Costa Rica o Panamá.

Sus armas son las armas del diablo: el miedo, la confrontación, la división, el engaño y su madre la mentira, asignatura ésta última en la que tiene doctorado.

La confusión, obra del chamuco, es estrategia muy socorrida por el presidente, como caja china cuando quiere desviar la atención de los graves problemas nacionales y para evadir sus responsabilidades.

Tal fue el caso de la reciente mamarrachada de culpar a Estados Unidos de la guerra en Sinaloa, donde Chapitos y Mayitos se están matando por la traición a su compadre “don Ismael Zambada”, quien fue secuestrado, amarrado como regalo con moño gordiano, por Joaquincito Guzmán, quien vía aérea lo entregó a domicilio en Santa Teresa, Nuevo México, allí por donde los comerciantes de ganado embarcan becerros en pie como parte de la cuota de exportación.

Pero López la hace de tos para quitarse la culpa que lo trae todo preocupado y ojeroso.

Son muchas las diabluras del jefe máximo de la cuatroté y su legión de pobres diablos como por ejemplo la de su acólita, la candidata a diputada morenista por Sonora, María de Jesús Mendoza, quien sin rubor alguno arengó a sus seguidores con una siniestra y directa invitación: “Mantengámonos unidos, únanse aunque sea a satanás, pero no dejemos que la oposición nos quite lo que hemos logrado”, refiriéndose a despensas, becas y otros apoyos que formaron parte de la pasada elección de estado.

¿Y qué tal la defensa que de la santa muerte hizo el diablo mayor del obradorato? 

Luego que su equipo propagandístico lanzara una camiseta con la calavera de la mencionada figura diabólica y un dedo femenino sobre los dientes ordenando silencio, con la leyenda “Un hombre de verdad nunca habla mal de López Obrador”, quien simplona y estúpidamente consideró que la imagen era la de una santa solo porque un grupo de satánicos fundó la llamada Iglesia de la Santa Muerte, diabólica agrupación que supuestamente diseño la abominable propaganda, muy al estilo de Hugo Chávez.

Amlo cuenta con un séquito de miserables satancillos que buscan la manera de agradarle, como el palurdo senador que degolló una triste gallina en las inmediaciones del Senado de la República, para según él alejar los espíritus adversos a su mefistofélica causa.

Dos personajes totalmente distintos (a mí y entre ellos) reafirman los dichos, hechos y conjeturas aquí consignadas: un sacerdote católico y un policía investigador coinciden en mis trasnochadas elucubraciones.

El exorcista José Juan Cruz aseguró públicamente que Claudia es atea y López Obrador es satánico. 

Y Jack Riley, exjefe de Operaciones de Inteligencia y número dos de la DEA, en 2019 durante el primer culiacanazo  y luego que el presidente ordenará la a liberación de Ovidio Guzmán, sin dudarlo sentenció: “AMLO acaba de hacer un pacto con el diablo”.

Y a estas alturas si alguien sabe de López Obrador es la DEA.